domingo, 23 de septiembre de 2012

Santiago Carrillo, por Víctor Orozco.


SANTIAGO CARRILLO
Víctor Orozco

            Falleció Santiago Carrillo, el legendario secretario general del Partido Comunista Español. Tuve la oportunidad de escucharlo a finales de los años setenta, cuando ofreció una conferencia en la UNAM. En ese momento, campeaba en un amplio sector de los estudiantes y los profesores un ambiente de radicalismo. Muy pocos confesaban abiertamente sus simpatías o adhesiones al llamado eurocomunismo y al reformismo, sobre todo cuando había que hacerlo en el seno de las asambleas casi siempre adversas a estas tendencias. En una de ellas se presentó la corta figura de Carrillo, quien advirtiendo la hostilidad, abrió con un reto: “No tengo que pedir perdón ni a dios ni a ustedes”. Quizá por la sorpresa del desplante y la arrogancia, la mayoría le brindó un aplauso sonoro. Carrillo era hombre de temple, sin duda. No en vano venía de las luchas implacables y ásperas  de la guerra civil. En 1981, cuando casi todos los diputados obedecieron la orden del teniente coronel Antonio Tejero quien pistola en mano y rodeado por los guardias civiles, les exigió que se tiraran al piso, Carrillo permaneció inmutable en su curul.
Echaba humo como chacuaco, (la mexicanísima manera de describir a los fumadores empedernidos) pero duró aquí 97 años, vivito y coleando. A los trece años, dicen sus biógrafos que ya comenzaba su militancia en las filas del antiguo Partido Socialista Obrero Español, el fundado por Pablo Iglesias. En 1936 se inscribió en el PCE y como militante de éste pasó los siguientes cincuenta años de su vida. Durante la guerra civil combatió a la cruzada compuesta por los militares alzados, la jerarquía eclesiástica y los sectores tradicionalistas de la sociedad española. Estalinista de hueso colorado, acató fielmente las órdenes venidas del Kremlin, en medio de las desgarraduras sufridas por las izquierdas de su país. Con fama de duro entre los duros, no dudó en emplear la mano de hierro cuando pudo en contra de los enemigos. Emigró después del triunfo de los nacionales, caminando como todos los transterrados hispanos de país en país: México, Argentina, la Unión Soviética, Rumanía, Francia, donde finalmente se estableció. Al término de la segunda guerra mundial, se abrió un camino para el derrocamiento de la dictadura franquista y el PCE se empleó a fondo en promover la lucha armada, como se hizo en Italia, en Grecia y en varios de los países europeos. Es muy probable que liquidados Hitler y Mussolini, los sostenedores externos de Francisco Franco, el intento hubiera tenido éxito. Pero, apenas triunfantes los aliados, comenzó la etapa de la guerra fría y Estados Unidos decidió apoyar con todo al gobierno español, ante el peligro de que los soviéticos se hicieran fuertes en la península ibérica. Franco arrendó territorio y se instalaron las bases militares norteamericanas, a cambio de romper con el aislamiento internacional al que se le condenó al formarse la Organización de las Naciones Unidas. Los comunistas, en cuya dirección tomaba parte fundamental Santiago Carrillo, mordieron otra vez el polvo y regresaron al exilio. Se mantuvieron sin embargo como la organización más poderosa en el espectro político español, con una eficaz red de militantes clandestinos y una fuerte penetración en el movimiento sindical, a través de las Comisiones Obreras, que condujeron las huelgas y protestas de mayor relevancia en la España franquista. En 1960, Carrillo fue nombrado secretario general del PCE, dejando a Dolores Ibárruri La Pasionaria, otra mítica figura del comunismo y quien ocupaba el cargo desde 1942, el papel honorífico de presidenta. Para el nuevo dirigente la tarea primordial era hacer sobrevivir el partido, en las difíciles condiciones del exilio y la división de las izquierdas. El mejor camino intuyó era permanecer fiel a la dirección soviética y rechazar los proyectos democratizadores o la apertura propuesta por intelectuales como Jorge Semprún y Fernando Claudín, quienes fueron expulsados de las filas comunistas. El ambiente cultural y político europeo sin embargo comenzó a modificarse a favor de estos nuevos rumbos, que ganaron terreno en los poderosos partidos comunistas de Francia y de Italia. En 1968, las tropas del pacto de Varsovia invadieron Checoeslovaquia y aplastaron la conocida revolución pacífica conocida como la primavera de Praga. Para su sorpresa, el otrora fidelísimo PCE, junto con el partido comunista italiano y el rumano condenaron la invasión.  Los estalinistas irreductibles Carrillo y La Pasionaria se pronunciaron en contra de los tanques enviados por Brézhnev, el todopoderoso líder soviético. En México, igual el partido comunista reprochó el ataque soviético, no obstante la influencia y el prestigio de los cubanos en Latinoamérica, quienes lo apoyaron.
            Los años setentas trajeron consigo las nuevas tesis del eurocomunismo, un comunismo con rostro humano, afín a las democracias, que aceptaba el pluripartidismo, la libertad de prensa. Carrillo junto con Enrico Berlinguer y George Marchais, dirigentes del PCI y del PCF, se constituyó en uno de los ideólogos y dirigentes de la tendencia mundial. En 1977 publicó su libro El eurocomunismo y el estado, en el que perfiló las tesis fundamentales: democracia, transición pacífica, reformas legales para beneficiar a la clase trabajadora, renuncia a la lucha armada, libertades públicas, revolución pacífica. En suma, todo el viejo programa liberal y del estado de bienestar. No se podía ir más allá en la actual fase de la lucha de clases argumentaba, recuperando todavía cierta fraseología marxista.
                        Con la muerte de Francisco Franco, ocurrida en 1975, se inició el período de la llamada transición española, proceso político en el cual Santiago Carrillo se convirtió en un actor protagónico. Regresó a España en 1976, dio conferencias de prensa aún en la clandestinidad, se reunió con el presidente Adolfo Suárez y con buena parte de los dirigentes en el espectro político español. Por último, el llamado “sábado santo rojo”, durante las vacaciones de 1977, al que precedieron las grandes movilizaciones motivadas por el asesinato de cuatro abogados comunistas, el PCE fue legalizado, para escándalo de muchos militares y partidarios del statu quo franquista. Antes, la dirección del partido, bajo la dirección de Carrillo había renunciado a sostener la bandera de la república y aceptado al régimen monárquico. No fue fácil, ante las inconformidades Carrillo sentenció en un mitin decididamente republicano: "Los que silban no saben que no hay color morado que valga una nueva guerra civil entre los españoles"Ésta, fue quizá la mayor concesión de su vida, considerando le disputa centenaria que ha dividido a los españoles y la raigambre del ideal republicano en la conciencia histórica.
            El eurocomunismo estuvo en el debate mundial unos pocos años, mientras duró el peso social de los partidos comunistas occidentales. El español no pudo pasar la prueba de fuego que son las elecciones. Era una organización formada por cuadros profesionales, nacida y construida para el enfrentamiento social, armado si fuese necesario. No se le acomodaron bien las nuevas tesis, defendidas por Carrillo con el mismo ardor empleado antes para hacer valer las del combate al estado burgués y la irreconciliable lucha de clases. Ni su estructura, ni el ánimo de sus militantes, ni su historia en la clandestinidad, ni su papel en la guerra fría lo habilitaban para realizar una competencia exitosa en un terreno tan inexplorado, dominado por expertos comunicadores y especialistas en la mercadotecnia política. El propio Carrillo vio la desbandada de posibles electores y su tránsito hacia la socialdemocracia representada por el PSOE. Salido en 1985 de la organización en la cual había militado por tanto tiempo, acabó por pactar el ingreso a este partido de los camaradas que le siguieron, como una tendencia dentro del mismo. Él, por su parte, no se inscribió y se retiró de la política activa, pero no se convirtió en una pieza de museo. Escribió, habló y opinó hasta el final. A su sepelio acudió el rey de España y lamentó su muerte, quizá agradecido, quizá constreñido por los modos políticos del momento. Quizá también necesitado de imágenes auxiliadoras para una monarquía arcaica e inaceptable, aunque solo fuera porque contradice la racionalidad política más elemental: no cabe heredar el poder público, éste se origina en las voluntades ciudadanas.

jueves, 20 de septiembre de 2012

El Adiós de un gramsciano.

Con enorme pesar, hoy hemos recibido la noticia de la muerte de Carlos Nelson Coutinho. Comunista en su sentido más profundo, militante de izquierdas varias, marxista riguroso, entrañable persona y cálido amigo...
Nacido en 1943 en Bahía
fue hasta el año pasado profesor titular de Teoría Política en la Universidad Federal de Río de Janeiro
Fue reconocido internacionalmente como uno de los mayores especialistas en el pensamiento de Antonio Gramsci, del que fue  traductor en su país.
Entre sus múltiples obras destacan, en español: El estructuralismo y la miseria de la razón (Era, 1973), Introducción a Gramsci (Era, 1986) y Cultura e ideología en Brasil (Casa de las Américas, 1986).
El año pasado (2011), en Chile, salió publicado su libro "Marxismo y política. La dualidad de poderes y otros ensayos"

Les comparto aquí, como pequeño homenaje personal, la reproducción de una de sus últimas entrevistas.

Carlos Nelson Coutinho / “El marxismo es actual en cuanto a la interpretación de la realidad”

 Investigador del Centro de Filosofía y Ciencias Humanas y de la Escuela de Servicio Social de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, Carlos Nelson Coutinho es un destacado marxista, considerado uno de los principales conocedores de la obra de Antonio Gramsci y también un especialista en el filósofo húngaro Gyorgy Lukács, con quien mantuvo contacto hasta poco antes de su muerte. | HERNÁN SOTO.*
Ha tenido, al mismo tiempo, activa vida militante en partidos de izquierda. Visitó Chile con motivo del seminario Marx en el siglo XXI. ¿Vigencia del (los) marxismo(s)?. Es autor de numerosos libros que van desde la ciencia política a la crítica literaria, entre los que se han traducido al castellano destacan El estructuralismo y la miseria de la razón, Introducción a Gramsci y, ahora, “Marxismo y política”, publicado por LOM, que fue presentado durante su participación en el encuentro.
—¿Qué destaca usted del marxismo hoy?
—Destaco su amplitud y flexibilidad. Su teoría económica es de evidente actualidad, desde antes del Manifiesto Comunista  que anticipó la mundialización del capitalismo y por ende la globalización actual, hasta llegar a sus planteamientos sobre las crisis. Sin embargo, el marxismo no es algo que se pueda dividir, dado su carácter unitario. Si bien la división entre materialismo histórico y materialismo dialéctico parece superada, sus contenidos se integran en el marxismo verdaderamente creador.
"A mi juicio, todo el marxismo es actual en cuanto a la interpretación de la realidad desde el punto de vista de la totalidad, especialmente cuando el llamado postmodernismo postula abandonar las grandes narrativas para concentrarse solamente en casos puntuales. Para el marxismo la idea de totalidad es el centro metodológico fundamental. Igualmente me parece relevante el método creado por Marx”.

—Y a este respecto, usted plantea que el ateísmo, en la visión materialista, podía considerarse una parte prescindible del marxismo, como lo demuestra la Teología de la Liberación que concilia partes del cristianismo con elementos del marxismo en una síntesis muy valiosa.
—Sí y no. La Teología de la Liberación fue muy fuerte en Brasil y ha decaído actualmente. Ha sido y es muy importante, porque abre vías de entendimiento entre sectores progresistas de la sociedad. Con todo, pienso que si uno es consecuentemente marxista, también es ateo. Sin embargo, hago una salvedad: la palabra ‘ateísmo’ tiene para mí un sentido negativo que confunde, porque el marxismo es una posición afirmativa de la inmanencia del hombre, de su autonomía, de su capacidad de transformar la realidad sin la intervención de fuerzas no terrenales.
"Gramsci decía que el marxismo era un humanismo absoluto y también un historicismo absoluto”.

—Dentro de esa concepción amplia, ¿qué carácter tienen las llamadas leyes históricas?
—Todas las supuestas leyes absolutas en el campo social tienen carácter tendencial, pueden o no pueden cumplirse. Algunos han visto en el discurso de Engels con ocasión de la muerte de Marx una asimilación entre las leyes naturales y las leyes de la sociedad. Es una analogía complicada. Llevó a Karl Kautsky a una confusión entre Darwin y Marx.
"El método científico en las ciencias naturales es distinto del método en las ciencias sociales. Para mí, la esencia del método de Marx reside en su capacidad de revisión. No se trata del revisionismo liquidacionista de Bernstein, pero si pensamos, por ejemplo, en Lenin, Lenin revisó el marxismo. Marx sostenía que la revolución proletaria comenzaría en los países capitalistas desarrollados, especialmente en Alemania. Lenin postuló en cambio que la revolución se produciría en el eslabón más débil del sistema.
"Gramsci ha desarrollado una teoría del Estado y la revolución de acuerdo a las nuevas exigencias de la realidad. Lo único ortodoxo en el marxismo puede decirse que es el método. Y de acuerdo a eso, podemos y debemos abandonar muchas afirmaciones concretas hechas a lo largo de más de 150 años, cuando ni siquiera existían muchas de las cosas que hoy constituyen nuestra realidad, lo que exige un esfuerzo a fondo por entender y actuar.
"Mariátegui ya lo dijo: el socialismo en Indoamérica no puede ser ni calco ni copia, sino creación original”.

—¿No hay en el marxismo un cierto eurocentrismo, que lleva a prestar poca atención a revolucionarios de otras procedencias?
—Eso es verdad. Aunque recurro de nuevo a Mariátegui, que decía que el mayor y más fructífero aprendizaje lo había hecho en Europa y que sin las ideas occidentales y europeas no habría podido pensar en Indoamérica.
"Reitero que usted tiene razón y creo que es más importante ahora, en que se plantea con tanta fuerza el tema de la multiculturalidad. En América Latina es algo determinante. En Brasil, el 50% de la población es blanca y el otro 50% no es blanco.
"El continente tiene tres raíces centrales. Blanca, negra e indígena. Además en ciertas zonas hay presencia fuerte de indios (de la India) y también de chinos. En muy pocos países no hay negros, pero sí hay indígenas. En todo caso, ese es un tema crucial que va adquiriendo creciente fuerza. El multiculturalismo tiene el riesgo de la disolución de las luchas en áreas parciales, que hacen perder de vista la dimensión general de la lucha. Y esto que vale para el multiculturalismo, vale también y más, para la existencia y acción de los movimientos sociales. Allí también se evidencia la necesidad de una ideología integradora, que destaca la importancia de la política y los partidos.
"Todavía hoy el partido político toma las demandas de los distintos sectores, les da dimensión general y eventualmente propone soluciones articuladas dentro del contexto general de la sociedad. Por lo tanto, la forma partido todavía resulta esencial para evitar la fragmentación que puede producirse, y asegurar la permanencia o continuidad en el desarrollo y crecimiento de las demandas y necesidades sectoriales”.

Gramsci en Brasil
—¿Cómo se introdujo Gramsci en el marxismo de Brasil?
—Gramsci llega al Partido Comunista de Brasil, que era permeable a las ideas del teórico italiano, lo que explica que haya sido un proceso rápido. Sin embargo, el PC brasileño dejó de ser hegemónico en la izquierda en los años sesentas. Diversos intelectuales, entre ellos yo, hicimos el esfuerzo interno, pero chocamos con la dirección partidaria. A comienzos de los 80 fuimos acusados de eurocomunistas y dejamos el PC.
"Yo ingresé al PT, que tenía una fuerte corriente de izquierda. Cuando el PT puso en práctica una política neoliberal, especialmente en los dos gobiernos de Lula, que siguió el curso de Fernando Henrique Cardoso salvo una política social asistencialista que le dio gran apoyo popular, nos retiramos y fundamos un pequeño partido: Socialismo y libertad, que tiene, con todo, tres diputados. La vida para los partidos de Izquierda no es fácil hoy día en Brasil, por la gran influencia que tiene el PT en los movimientos sociales. Nosotros ligamos el socialismo y la libertad, que nos parecen indisolubles.
"Pero volvamos a Gramsci. No hay duda que fue un gran pensador y un notable ser humano. Su pensamiento hoy parece más vigente que antes. Especialmente en los países centrales y en los más integrados a la globalización. En esos países es mucho más difícil —o derechamente imposible— una revolución armada.
"El Partido Comunista italiano comprendió rápidamente la necesidad de cambiar la estrategia revolucionaria en los países desarrollados democráticos, esos países que Gramsci llama ‘occidentales’ (no propiamente en sentido geográfico), antes que en los países ‘orientales’, donde es muy difícil imaginar formas de lucha que no sean armadas, como ocurre, por ejemplo, en los países árabes, donde no hay una sociedad civil fuerte. En el conocimiento y difusión de la obra de Gramsci tuvo un gran papel Palmiro Togliatti, que formuló la idea de la democracia progresista, es decir una base para el socialismo que se da al interior de las democracias constitucionales, a través de reformas estructurales profundas.
"Togliatti convirtió las ideas generales de Gramsci en estrategia política concreta. También han tenido mucha importancia Pietro Ingrao y Nikos Poulantzas.
"Todo esto hace más difícil explicar lo que ha sucedido en Italia. Cuando estuve viviendo en Italia, el PC tenía el 34% de la votación, que junto a los socialistas y algunos partidos pequeños superaban el 50%. Actualmente no hay un solo diputado comunista en el Parlamento. Todos los partidos de Izquierda sumados no obtienen el mínimo para acceder al Parlamento.
"Creo que hace tiempo comenzó en Italia un proceso de regresión política que ha llegado a extremos trágicos. En ese proceso regresivo ha sido muy importante la influencia de los medios. Y en cierto momento, las presiones de Estados Unidos, que temía la ruptura de la Otan, y del Vaticano, que se jugó a fondo contra la Izquierda.
"Gramsci dice que existe en el mundo la ‘pequeña política’, que se conforma con la administración de lo existente y la alternancia entre centro izquierda y centro derecha, y que también existe la ‘gran política’, que busca el cambio de estructuras, los cambios de fondo, la constitución de sujetos sociales cuya acción sea decisiva. Las cosas, sin embargo, parecen estar cambiando, pero también hay que tener presente ‘el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad’ de que hablaba Grasmci, aludiendo al realismo que debe inspirar la política”.
América Latina hoy
—¿Qué piensa de la actual situación de América Latina?
—Se trata de una coyuntura apasionante. Aunque a mediados y finales de los 70 hubo procesos muy esperanzadores en Brasil, Bolivia, Chile, Perú y Argentina, ahora es distinto. No conozco bien lo que sucede en Venezuela, Bolivia, Ecuador y en otros países, pero se trata, sin duda, de procesos más profundos y sólidos. No solamente porque son verdaderas reconstrucciones después de grandes derrotas, sino porque hay incorporación muy activa de movimientos sociales indígenas, de trabajadores y jóvenes sino, además, porque hay perspectivas socialistas.
"Los gobiernos de esos países están planteando el socialismo como cuestión de gran política. No es seguro que tengan éxito total, pero el solo hecho de postular el tema, de discutirlo, de organizar al pueblo y abrir paso a partidos nuevos es tremendamente importante, como lo hace el presidente Chávez con su proyecto de socialismo del siglo XXI.
"También la coyuntura económica favorece las transformaciones. En Perú, con el triunfo de Ollanta Humala, se abre un compás de espera, e incluso hay indicios de que pudiera tratar de seguir los pasos de Lula y el PT brasileño. Y es una situación que preocupa. Lula prometió mucho y no hizo, no digamos transformaciones socialistas, sino ni siquiera cambios modernizadores significativos, como al problema de la tierra.
"El neoliberalismo es fuerte pero no invencible. Una novedad adicional en el caso de Venezuela es que las transformaciones se dan en un país muy rico, lo que significa recursos enormes para transformaciones sociales y, sobre todo, para las bases de una economía socialista con características nuevas”.
—¿Es Brasil actualmente un imperialismo?
—A mi juicio, Brasil es un subimperialismo, en el sentido de que forma parte del sistema hegemónico del imperialismo norteamericano. Es la séptima economía del mundo y podría pasar a ser la quinta o sexta en los próximos dos o tres años. Empresas brasileñas son grandes multinacionales que actúan en América Latina y Africa. Tiene prácticamente doscientos millones de habitantes, es fuerte económicamente y tiene grandes riquezas naturales. Pero al mismo tiempo, tiene enormes debilidades derivadas del latifundio, la concentración de la riqueza y la pobreza de gran parte de la población.
"Mantiene, por otra parte, una política exterior bastante decente que viene del pasado y que se ha intensificado con Lula, porque tiene una especie de vocación de gran potencia. Que ya se notaba en la dictadura militar: Brasil fue el primer país del mundo que reconoció al gobierno marxista de Angola. Se practicaba entonces un ‘pragmatismo responsable’, porque interesaba abrir paso a inversiones en ese país. Dentro de América Latina el papel de Brasil es cada vez más importante”.

—¿Y qué piensa de China?
—Tengo una visión muy escéptica, a pesar de la presencia del Partido Comunista en el gobierno. Las políticas económicas son claramente neoliberales y hay una superexplotación de la fuerza de trabajo y una falta de democracia real. China tiene además una política exterior de gran potencia, en el sentido negativo de la palabra.
"La caída de la Unión Soviética creó una situación muy peligrosa en el mundo, en que se instaló Estados Unidos como gran potencia hegemónica, sin contradictor. Y creo que pasará un buen tiempo antes que surja una poder alternativo. Si existiera la Unión Soviética, es muy probable que no hubiera ocurrido lo que está sucediendo en Libia. Se dice que con su poderío económico, China hará posible el socialismo. No me parece un argumento convincente”.
Apuntes marxistas
“(…) es importante recordar que jamás el socialismo ha sido tan necesario, en función de la destructividad creciente del sistema capitalista, pero al mismo tiempo tan difícil.
"Las condiciones objetivas son favorables. Las crisis del capitalismo se agudizan y cada vez más nos conducen a la barbarie. Además, gracias al extraordinario desarrollo de las fuerzas productivas, se hizo posible que, en lugar del aumento del desempleo estructural, como sucede en el capitalismo, se haga realista una propuesta de una drástica reducción de la jornada de trabajo. Y esta reducción, como nos dice Marx en El Capital, es la base del pasaje del reino de la necesidad al reino de la libertad, esto es, al comunismo (…).
“Pero son desfavorables las condiciones subjetivas. Por muchas razones, la conciencia de la necesidad del socialismo se ha debilitado fuertemente en las últimas décadas. Por un lado, el colapso del ‘socialismo real’ (…) difundió la creencia que el socialismo era una cosa del pasado.
"Pero más importante me parece el hecho de que las grandes modificaciones en el mundo del trabajo han dificultado la formación de una conciencia de clase. El sujeto revolucionario no es más sólo la clase obrera fabril, sino todos los que viven de su trabajo, creando plusvalía para el capital.
"Ciertamente es todavía un problema abierto -y un gran desafío para los marxistas- definir quién forma parte hoy del posible sujeto revolucionario”.
(De su presentación del libro Marxismo y política).

* Periodista.

En Punto Final, edición Nº 746, 11 de noviembre, 2011
Publicado en www.rebelion.org
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martes, 18 de septiembre de 2012

Seminario Marx Revisitado en la UNAM.

Seminario Marx Revisitado, invita:


“Marx una filosofía de la realidad” de Michel Henry

Comentan: Dr. Miguel Ángel Esquivel y Mtro. David Gómez Arredondo

Miércoles 3 de octubre, 13 horas.
Lugar: 5 piso de la Torre II de Humanidades, Ciudad Universitaria, UNAM.



jueves, 13 de septiembre de 2012

Sobre el último libro de Vargas

Gabriel Vargas Lozano nos ofrece en su último libro, Filosofía ¿para qué? una reflexión de doble calado. Por un lado reflexiona en términos generales, de un largo aliento, tanto histórico, como conceptual, sobre el papel, función, historia y destino de la filosofía como una disciplina cultivada por los seres humanos. En éste sentido Vargas Lozano coloca a la filosofía en la historia pero también a través del filtro que implica su "lugar de enunciación" de el mismo con cultivador de dicha disciplina. En éste sentido a Vargas le interesa la determinación del discurso filosófico no en general, sino en su concreción histórica. Aquella que está atravesada por la disputa política, ideológica y cultural. A lo largo de éste recorrido es claro que a Vargas le interesa alguna rama de la filosofía: aquella que refiere al actuar humano público, refiriendo entonces a los discursos de la ética y de la política. Es aquí donde el autor encontrará mayor capacidad de desarrollar su interés. La filosofía es un discurso que ha servido y podrá seguir sirviendo si existen las condiciones necesarias para ello, para la concreción de alternativas sociales y políticas alternativas.

La segunda parte de la reflexión es la que refiere ya no a la determinación filosófica en general, sino en su forma particular y específica en el contexto social mexicano. En éste sentido no puede haber sino un proceso de crítica doble. La filosofía producida en México, o sea, en un contexto de neoliberalización total, que abarca toda las formas de producción de conocimiento ha entrado en un doble asedio. Por un lado tiene que sufrir el embate de un Estado, gobierno e instituciones que no conciben la necesidad e importancia de la filosofía, en cualquiera de sus formas y por el otro tiene que soportar el propio proceso de neoliberalización no de la filosofía como discurso, sino de los filósofos, que se muestran cómodos ante el desplazamiento de la filosofía como campo problemático. 
A Vargas Lozano le interesa aquí entonces la relación filosofía - sociedad. De ambos lados. Del lado de un Estado que desbanca el saber filosófico (mediante las reformas al sistema educativo, la llamada RIEMS) y de una comunidad filosófica atomizada, desperdigada, dispersa, "pulverizada" como diría Gramsci. Incapaz de articularse para defender su espacio, su derecho a la existencia y su campo en el ámbito del saber. 

Vargas Lozano construye una reflexión a través de su participación en la discusión de la reforma, como interlocutor del Estado mexicano, pero también como conciencia de una comunidad desinteresada hasta el momento, salvo por ejemplares personalidades.

Vargas Lozano sostiene una reflexión consecuente, no sólo pide un lugar para la filosofía a la que considera la más adecuada -el marxismo- sino que defiende el desarrollo del discurso en cualquiera de sus formas. Reclamando un espacio dentro del saber. Se trata de un análisis que tiende a alentar la democratizar del saber.

Jaime Ortega Reyna

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Riazanov: editor de Marx


“David Riazanov, editor de Marx, disidente rojo”: Nicolás González Varela

Publicado originalmente en http://marxismocritico.com/2012/09/05/david-riazanov-editor-de-marx-disidente-rojo/

Un gran biógrafo de Marx, Boris Nicolaïevski, reconocía en 1937 que, de cada mil socialistas, tal vez sólo uno haya leído una obra de Marx; y de cada mil antimarxistas, ni uno. Cuarenta años antes, en 1897 un gran teórico y militante, hablo del italiano Antonio Labriola, se preguntaba si los escritos de Marx habían sido leídos enteramente por algún lector ajeno al grupo íntimo de sus amigos, colaboradores y albaceas. Concluía proféticamente si “este ambiente literario”, esta situación hermenéutica adversa, no era uno de los culpables de la mala asimilación, de la aparente decadencia y crisis del pensamiento de Marx. Con pesimismo recapitulaba en sentencia inspirada: ¿no sería el acceso adecuado a sus escritos un privilegio de “iniciados”? Nikolaïevski y Labriola –no sólo ellos– estaban convencidos que a Marx le esperaría siempre un destino de malas lecturas, infinidad de equívocos, pésimas exégesis, máscaras extrañas e invenciones gratuitas. Pero creían que a la obra marxiana le aguardaba un sino peor: encarnarse como ortodoxias en partidos o futuros estados que proclamarían retóricamente ser, sin más, su “obra viva”.
Labriola señalaba otro obstáculo, aún más profundo y riesgoso: la misma rareza de los escritos de Marx y su imposibilidad de contar con ediciones confiables. El lector intrépido debía pasar, según Labriola, por condiciones más extremas que la de cualquier filólogo o historiador para estudiar documentos de la Antigüedad. Por experiencia propia, se preguntaba: “¿Hay mucha gente en el mundo que tenga la paciencia suficiente para andar durante años… a la busca de un ejemplar de laMisère de la Philosophie… o de aquel libro singular que es la Heilige Familie; gente que esté dispuesta a soportar, por disponer de un ejemplar de la Neue reinische Zeitung, más fatigas que las que tiene que pasar en condiciones ordinarias de hoy día cualquier filólogo o historiador para leer y estudiar todos los documentos del antiguo Egipto?” (Discorrendo di socialismo e di filosofia, carta II). Pero señalaba un peligro mayúsculo, de más largo aliento y densidad: el daemon de la vulgarización: “¿cómo podemos asombrarnos que muchos y muchos escritores, sobre todo publicistas, hayan tenido la tentación de tomar críticas de adversarios, o de citas incidentales, o de arriesgadas inferencias basadas en pasos sueltos, o de recuerdos vagos, los elementos necesarios para construirse un Marxismo de su invención y a su manera?” Aquí sólo constataba una dificultad fáctica que nació con el marxismo mismo y que lo llevó como un estigma hasta nuestros días: las enormes dificultades por establecer y editar, con criterios científicos actualizados, sus obras completas. Labriola reclamaba al SPD, en posesión de los manuscritos (Nachlass), que “sería un deber del partido alemán el dar una edición completa y crítica de todos los escritos de Marx y Engels; quiero decir, una edición acompañada en cada caso de prólogos descriptivos y declarativos, índices de referencia, notas y remisiones… Habrá que añadir a los escritos ya aparecidos en forma de libros o de opúsculos, los artículos de periódicos, los manifiestos, las circulares, los programas y todas las cartas que, por ser de interés público y general, tengan una importancia política o científica”. Terminante concluía: “No hay elección que hacer: hay que poner al alcance de los lectores toda la obra científica y política, toda la producción literaria de los dos fundadores… incluso la ocasional. Y no se trata tampoco de reunir un Corpus iuris, ni de redactar un Testamentum juxta canonem receptum, sino de recoger los escritos con cuidado y para que ellos mismos hablen directamente a quien tenga ganas de leerlos”. Simplemente que Marx pueda hablar directamente… Además reconocía que la propia vida le había impedido escribir sus obras según los cánones del arte de faire le livre, por lo que su literatura eran fragmentos de una ciencia y de una política en devenir constante. El marxismo, si existe algo que pueda llamarse así, era eminentemente un sistema abierto. Labriola ya había marcado con suficiente claridad no sólo los criterios de una política editorial, sino los problemas materiales objetivos que conllevaban los Nachlass de Marx (y Engels). La posta de su desafío editorial la tomaría no el partido-guía de Occidente, sino un joven estado en plena guerra civil: la Rusia de los Soviets.
Un editor opositor de Lenin, enemigo de Stalin:
La Primera Guerra Mundial de 1914-1918 –sumada a la revolución triunfante en Rusia en octubre de 1917– provocó un paréntesis forzoso y prolongado en la inicial difusión, aunque lenta, tímida y manipulada, del Marx secreto. Pero ya en el trabajo editorial realizado por el SPD se comenzó a ver, de forma a veces grosera, la manipulación y tergiversación que podían sufrir los manuscritos marxianos cuando sus contenidos se cruzaran con los estrechos intereses de la “razón de partido”. Y cómo en la alquimia final perdía, no sólo el mismo pensamiento de Marx, sino sus potenciales lectores y militantes. Lo cierto es que hacia 1910 en el ámbito cultural del austromarxismo se había empezado a discutir el proyecto de unas obras completas de M&E (los socialdemócratas austriacos ya habían empezado a publicar una revista de marxología de enorme importancia, la Marx-Studien, aparecida entre 1904 y 1923 en Viena). Max Adler, Otto Bauer, Adolf Braun, Rudolf Hilferding y Karl Renner, las luminarias marxistas del austromarxismo, se reúnen en Viena durante la famosa Konferenz de enero de 1911 con Riazanov, un socialdemócrata ruso, entonces colaborando con el archivo de Berlín del SPD. La carta-intención del plan aparece firmada en Viena, el 1º de enero de 1911 por Adler, Bauer, Braun, Hilferding, Renner, todos austromarxistas y N. Rjasanoff. Allí se establecen por primera vez las primitivas líneas editoriales de una edición científica de Marx y también los primeros problemas: ¿quién financiará semejante empresa editorial? El SPD no estaba interesado en absoluto. En el horizonte aparecía la necesidad técnico-financiera de ediciones populares, al estilo de la futura Werke. Los preparativos fueron interrumpidos por el estallido de la Gran Guerra. Pero se comenzaba a percibir cierta sensibilidad nacida de la necesidad de tener una edición completa y confiable de los escritos de Marx. Luego del triunfo y consolidación de la revolución bolchevique, la suerte de los escritos de Marx parecería que sería tocada, por primera vez, por la diosa Fortuna. Todo el potencial de un estado se identifica con su obra y pone a disposición de su difusión todos los recursos a su alcance. ¿Habría de poner el nuevo estado un punto final al derrotero caprichoso de los manuscritos de Marx y publicar su obra póstuma en una edición completa, científica, objetiva, crítica y con precios populares? El hombre que podía asumir con seriedad profesional, honestidad intelectual y eficacia esta tarea dentro del partido socialdemócrata ruso, ya que sus trabajos anteriores y su pasado intelectual lo calificaban de manera indudable para ser el cerebro editorial de semejante empresa, era sin duda un ucraniano-judío, David B. Goldendach, nome de guerre: Riazanov, Ryazanoff o Bukoved.
Rusia, 1921: la pre-historia de un marxismo abierto:
Con Lenin en vida y la guerra civil finalizada, y con el dominio del sistema de partido único desde 1918, durante el IX Congreso del VKP (b), del Partido Comunista Pansoviético (bolchevique), un hombre de la vieja guardia declara: “El Parlamento inglés lo puede todo, excepto cambiar a un hombre en mujer. Nuestro Comité Central es mucho más poderoso: ya ha cambiado a más de un hombre revolucionario en buena mujer, y el número de buenas mujeres se multiplica de un modo increíble”. En 1922 el mismo hombre se opone públicamente a la pena de muerte en el caso de la ejecución sumaria de militantes socialrevolucionarios o de militantes socialistas. ¿Quién era este loco audaz? Odessa, esa gran ciudad autónoma y cosmopolita en Ucrania, en la que en palabras de Pushkin “se puede oler Europa, se puede hablar francés y encontrar prensa europea”, vio nacer a David Zimkhe Zelman Berov Goldendach en el seno de una familia judía acomodada un 10 de marzo de 1870. La ciudad era hogar de una numerosa comunidad judía (en el censo de 1897 comprendía el 37% de la población). Ciudad de tristes pogroms zaristas (1821, 1859, 1871, 1881, 1905). Ciudad de soporte económico-cultural del Sionismo. David dit Riazanov fue una de las figuras más capacitadas, comprometidas y relevantes de los primeros tensos años de la historia soviética. Excéntrico, con una excepcional memoria, una personalidad volátil y romántica e imbuido de una capacidad de trabajo ilimitada. Un viejo amigo, Steklov, lo recuerda “leyendo siempre y en todo lugar: cuando caminaba, en compañía de otros, cenando”. Trotsky lo definía como “orgánicamente incapaz de cobardía, o de Perogrullo”, añadiendo que “toda ostentación vistosa de lealtad le repugnaba”. Opositor frecuente de las posiciones de Lenin (él se consideraba un bolchevique no-leninista) o del poderoso Stalin (a quien en plena campaña contra Trotsky interrumpió en un congreso con un “¡Déjalo, Koba! No te pongas en ridículo. Todo el mundo sabe muy bien que la teoría no es tu fuerte”). Lunacharsky llama a Riazanov “indiscutiblemente el hombre más culto en nuestro partido”, pero tan independiente y autónomo que John Silas Reed lo describe como un hombre-fracción, “as a bitterly objecting minority of one”. David fue revolucionario desde su misma adolescencia, viviendo gran parte de su juventud en prisión, deportado o en el exilio. A los 14 años era “correo secreto” de los populistas; a los 16 fue excluido del Liceo por insuficiencia en griego antiguo. Es arrestado por primera vez en 1887. En las duras condiciones de las prisiones zaristas organiza la vida de los prisioneros políticos alrededor de tres cosas: gimnasia (mañana y tarde), prohibición de fumar y turnos fijos de estudio (durante los cuales estaba prohibido hacer ruido). En prisión prepara lecturas de Marx y traduce los escritos del economista David Ricardo. En 1890, ya en el exilio europeo, con veinte años, participa como representante ruso en el Congreso de Bruselas de la Segunda Internacional y establece relaciones personales y políticas con las luminarias del socialismo europeo: August Bebel, Karl Kautsky, Eduard Bernstein, Rudolf Hilferding, Charles Rapoport, incluso con la hija de Marx, Laura y su marido, Paul Lafargue. La necesidad le obliga a hablar varias lenguas (alemán, francés, inglés; respetablemente se hace entender en polaco e italiano). En el famoso congreso del POSDR de 1903 en Bélgica, que produce la escisión entre bolcheviques y mencheviques, Riazanov critica el nuevo sectarismo de Lenin, el fetiche antidemocrático del “centralismo democrático” y las tendencias antidemocráticas organizativas. Fuera de las dos tendencias, organiza un grupo propio y autónomo de las finanzas de la Segunda Internacional y lucha por construir un partido socialista copiado del modelo alemán. Retorna a Rusia en 1905, entrando a militar en las organizaciones de los trabajadores metalúrgicos de San Petersburgo. En 1907 es arrestado, en el flujo de la revolución de 1905, y retoma, una vez más, el camino del exilio europeo. Los siguientes diez años vivirá en Occidente y se dedicará, en el intersticio de su vida militante, a investigar y escribir sobre la historia del anarquismo, el socialismo y el movimiento obrero europeo. Escribe en el diario teórico del SPD dirigido por Kautsky, “Die Neue Zeit”; escribe en el diario teórico de la socialdemocracia austriaca dirigido por Bauer, Renner y Braun, “Der Kampf” (donde traducían a nuestro trágico Julián Besteiro). Una importante conexión de afecto y militancia que hizo en estos tiempos duros fue la del padre del austromarxismo Carl Grünberg, fundador del injustamente olvidado Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegung, conocido simplemente como el “Grünberg Archiv”. Grünberg (1861-1940) austro-rumano, era el primer marxista en acceder a una cátedra en una universidad del Imperio Alemán. El Archiv se editó entre 1910 y 1930, saliendo quince números, finalizó paradójicamente con la aparición de la Zeitschrift für Sozialforschung de Horkheimer, cuya orientación cambió por completo para aggiornarse al nacionalsocialismo. En la revista editada por el Institut für Sozialforschung (la luego famosa “Escuela de Frankfurt” fundada en 1923 por el mismo Grünberg) escribieron notables teóricos de la naciente sociología, como Robert Michels o Franz Oppenheimer, economistas como Henryk Grossmann, filósofos marxistas como Rodolfo Mondolfo, eminentes juristas como Hans Kelsen, hasta Kautsky, Mehring y el mismo Riazanov (como Rjasanoff: por ejemplo en 1916 presentando una carta inédita de Jacoby a Marx). Korsch, Lukács, Max y Friedrich Adler, biógrafos e historiadores como Max Nettlau, Gustav Mayer y Boris Nicolaiievski contribuyeron en sus páginas, indicando numerosos puntos de contacto con el origen del “Marxismo Occidental” o no-leninista y el trabajo de difusión de los escritos de Marx. Riazanov adquiere la merecida reputación de ser una de las más autorizadas voces sobre Marx, Engels y la historia del marxismo. Sus principales trabajos de esta época son sobre Marx y la Rusia zarista, Marx y el trabajo periodístico, Engels y la cuestión polaca, la mayoría publicados en alemán y luego en ruso en el diario teórico de Lenin “Prosveshchenie” o en el diario del ala izquierda “Sovremennii Mir”. En 1909 consigue una comisión como Benützer (usuario) de la Anton Menger Stiftung, que poseía una biblioteca invaluable de los clásicos anarquistas y socialistas (alrededor de 16.000 volúmenes), para editar documentos de la Iº Internacional. Este trabajo le permite ingresar en importantes bibliotecas y archivos de toda Europa. Además su amistad con Bebel y Kautsky le permite libre acceso a la vasta biblioteca del SPD y al depósito de los Nachlass (manuscritos) de Marx y Engels. Su amistad con la hija de Marx, Laura Lafargue, le da la posibilidad de investigar los archivos familiares. Por ejemplo, en 1911 mientras ordenaba este archivo encontró varios borradores de cartas in-octavo inéditas: eran las respuestas polémicas de Marx a Vera Zasulich (las pudo publicar recién en 1923). Llegado a este punto un contemporáneo podía decir que Riazanov “conocía hasta los puntos y comas de los escritos de Marx y Engels”. Y no se equivocaba. El SPD lo urge a continuar el irregular trabajo de divulgación de Mehring de trabajos olvidados o inéditos. Hacia el filo de 1917 Riazanov pudo publicar dos volúmenes escritos de la década de 1850 de Marx y Engels, incluyendo alrededor de 250 artículos desconocidos para el gran público de diarios como “The New York Tribune”, “The People’s Paper” y “Neue Oder Zeitung”. Por supuesto no dejó la militancia: tuvo destacada participación en las escuelas pertenecientes a las divisiones internas del POSDR: en 1909 con Aleksandr Bogdanov, el líder bolchevique no-leninista, y su escuela de cuadros en Capri (financiada por Maxim Gorky); en 1911 en la escuela de Longjumeau (París), dirigida por Lenin. Por ese tiempo fue aliado de Trotsky, enfrentándose al tándem Plekhanov-Lenin y colaborando en el diario menchevique “Golos”. Estallada la guerra en 1914, participó en la Conferencia de Zimmerwald, organizada por socialistas críticos del socialchauvinismo y el imperialismo. La revolución de febrero de 1917 lo encuentra exiliado en Suiza. Retorna a Rusia en mayo, atravesando Alemania y Polonia igual que lo había hecho Lenin un mes antes, junto con 280 camaradas de todo color y pelaje (desde los líderes del menchevismo Martov y Axelrod, a socialrevolucionarios y anarquistas). Militará en el “Mezhraiontsy”, un grupo interdistrital de Petersburgo fundado en 1913, de bolcheviques no-leninistas, mencheviques de izquierda e internacionalistas (entre otros: Trotsky, Lunacharsky, Sukhanov, Joffe, Uritsky, etc.). El objetivo de la plataforma era unificar las dos fracciones del POSDR. En julio-agosto se funden con los bolcheviques leninistas después del intento de golpe de estado. Riazanov se transforma en uno de los más prominentes oradores y activistas sindicales antes de octubre del ’17. Es elegido para la presidencia del IIº Congreso de todos los Soviets y miembro ejecutivo del Consejo Central Sindical de Rusia. En octubre se opone al “putsch” y la insurrección armada propuesta por Lenin. Después de la toma del poder, trabaja como miembro ejecutivo del Comisariado de Educación (Narkompros) bajo la dirección de Lunacharsky. Se opone a las posiciones del partido en muchas cuestiones cruciales: sostiene la existencia de un sistema soviético pluripartidista, y no deja de llamar a mencheviques y socialrevolucionarios “camaradas”. Se opone a la dictadura del Comité central, a las cooptaciones a dedo, al uso de la fuerza y a la represión contra partidos obreros, a la dispersión de la recientemente electa Asamblea Constituyente (dominada por mencheviques y S-R’s), a la represión contra los socialrevolucionarios, al Tratado de Brest-Litovsk. En el debate sobre la cuestión sindical se enfrenta a Trotsky y a Lenin, defendiendo la independencia y la autonomía de los sindicatos. Lucha denodadamente por la libre expresión dentro del partido, la legalidad fraccional, la genuina democracia. Una quijotesca cruzada contra la burocracia. Su prestigio, intelectual y militante, hace que nadie tenga autoridad para callarlo o intentar expulsarlo (ni siquiera Lenin). Pero poco a poco fue neutralizada su influencia, primero en el ámbito sindical. Riazanov no se amedrenta: ya muerto Lenin y durante el Congreso del partido en 1924 declara: “sin derecho y responsabilidad a expresar nuestras opiniones esto no puede llamarse Partido Comunista”. En un discurso en la Kommunistischeskoi Akademii (la Academia de los profesores rojos creada en 1918) declara el mismo año: “No soy bolchevique, no soy menchevique; y no soy leninista. Sólo soy un marxista, y como marxista soy comunista”. Sabía que estaba condenado.
Riazanov es nombrado director de los servicios de archivo de la joven república en guerra civil e intervención internacional encubierta. Estará trabajando con destreza y enorme energía entre 1918 y 1920. Rescatando bibliotecas, documentos y materiales de los archivos de los diferentes estados y administraciones se gana el respeto y la lealtad de muchísimos especialistas y académicos no-bolcheviques, en especial en la Universidad de Moscú. A fines de 1920 el Comité Central promueve la idea de fundar un “Museo del Marxismo”, idea que Riazanov transforma en otra cosa: un Instituto, un laboratorio en el cual historiadores y militantes puedan estudiar, en las más favorables condiciones, el nacimiento, desarrollo y maduración de la teoría y la práctica del socialismo científico y que, al mismo tiempo, se transformara en un centro de difusión (“propaganda científica”, en palabras de Riazanov) del propio marxismo. El C.C. aprueba en enero de 1921 la fundación del Instituto Marx-Engels (IME), que funcionará desde diciembre de 1921 en el palacio expropiado un año antes a los príncipes Dolgorukov, situado en el barrio Znamenka, antiguamente el sector Malo-Znamenky, durante la Unión Soviética calle Marx-Engels (hoy de nuevo Znamenka). Riazanov creía que el marxismo (si es que existe algo así) no podía ser entendido aislado del contexto histórico. El instituto pretenderá estudiar a los clásicos relacionándolos con la amplia historia del anarquismo, socialismo y del movimiento obrero europeo. El IME incluirá una biblioteca, un archivo, y un museo, dividido en cinco departamentos (Kabinetts): Marx y Engels, historia del socialismo y el anarquismo, economía política, filosofía e historia de Inglaterra, Francia y Alemania. A lo largo de los años se le sumaron otros: Iº y IIª Internacionales, historia de la ciencia, historia de la sociología, historia del derecho, la política y el estado, relaciones internacionales, historia del marxismo en el movimiento obrero, etc. Seis meses después el IME, bajo jurisdicción de la Academia Socialista, es transferido a la jurisdicción del Comité Ejecutivo del Congreso de los Soviets (del cual Riazanov era miembro). ¿El objetivo? Sacar al instituto de todo control directo del Partido Comunista. Riazanov no sucumbe al espíritu autoritario del Partiinost (mentalidad de partido). El IME empieza a ser observado como un formador de disidentes (de un staff de 109 miembros, sólo 39 tenían el carné del partido).
El corazón del instituto era su biblioteca. Incluía no sólo trabajos escolares sobre la historia del anarquismo, socialismo, comunismo y el movimiento obrero, sino libros raros, incunables, diarios, pasquines, manuscritos, primeras ediciones de clásicos (desde Moro, Harrington hasta el “Manifiesto Comunista”). Riazanov construyó esta colección de diversas formas. Al comienzo, el Instituto se proveyó exclusivamente de las bibliotecas nacionalizadas en la propia Rusia después de 1917, como por ejemplo la de Taniéev, que contenía una excelente colección de autores socialistas y una rara colección de impresos de la Revolución Francesa. Por supuesto, estas fuentes restringidas fueron insuficientes debido a la propia política de censura del zarismo que impidió el ingreso de autores prohibidos, incluyendo no sólo a socialistas o anarquistas sino incluso a autores liberales, como el orientalista Renán, o historiadores sociales de la Revolución Francesa, como Michelet. Riazanov buscó otras opciones. Una era la posibilidad legal de apropiarse, en otras bibliotecas de la URSS, de libros que el IME considerara necesarios o únicos. Otra, que el IME fuera designado el depósito oficial de toda nueva edición de un libro (una ley igual a la del British Museum). La tercera es que se le otorgó un importante presupuesto para viajar o designar “scouts” que compraran materiales para el instituto por todo el mundo. Riazanov creó una red internacional de corresponsales autorizados para buscar y adquirir libros raros y manuscritos en todas las capitales europeas. Un de ellos, del cual ya escribimos, fue Boris Souvarine en París; otro importante fue Boris Nicolaïevski en Berlín. Además intentó desarrollar contactos permanentes con Japón (instituto Ohara), España (a través del traductor Wenceslao Roces) e Inglaterra. Apuntando a su pasado por la Menger Bibliothek, Riazanov adquirió en Viena dos colecciones muy especiales sobre socialismo, anarquismo y movimiento obrero. Fueron las bibliotecas de Theodore Mautner y Wilhelm Pappenheim (20.000 ejemplares más un sustancial archivo de documentos, manuscritos y papeles personales de Lasalle). También la de Carl Grünberg, donada con generosidad, más de 10.000 ejemplares de raros libros, brochures, pamphlets y diarios del movimiento obrero. En 1921 compra la biblioteca del filósofo neokantiano Wilhelm Windelband. En 1925 adquiere la biblioteca más completa dedicada al filósofo anarquista Max Stirner, propiedad del poeta, novelista e historiador escocés John Henry Mackay, son trescientos manuscritos y 1.200 libros únicos. Según un balance fechado el 1º de enero de 1925, la librería del Instituto poseía 15.628 volúmenes escogidos, además de numerosos manuscritos de Marx&Engels y miríadas de otros documentos importantísimos de la historia y los integrantes de la Iº Internacional, el Saint-Simonismo, el Fourierismo, todo Babeuf, Blanqui y el movimiento obrero revolucionario y reformista europeo (incluido un periódico obrero editado por Lasalle en su juventud). Entre las joyas halladas por los equipos de Riazanov se encontraban los periódicos originales en los cuales habían colaborado Marx y Engels, incluyendo el Vorwärtspublicado por Marx en París en 1844, y el Rheinische Zeitung de 1842-43. Ya en 1930 la biblioteca incluía 450.000 volúmenes, la mayoría raros o incunables. El trabajo de Riazanov, y el soporte financiero en una época de guerra civil, cerco internacional, represión, revueltas (Kronstadt, Mackhno, Tambov) es increíble y nos habla no sólo de su habilidad sino del extraordinario apoyo en las altas esferas del gobierno bolchevique. En esos años, además de Lenin, Riazanov contaba con el apoyo incondicional de Kamenev, Bukharin y Kalinin.
En seguida lanzó su plan de obras completas de M&E (incluso de autores premarxistas) y reclutó entre 1923 y 1925 especialistas en lenguas extranjeras (francés, inglés, alemán) sin considerar sus viejas alineaciones pre-1917. Desde 1924 se lanza con un extraordinario ímpetu a la búsqueda y salvataje de todos los materiales documentales para apoyar el lanzamiento del primer MEGA (“Marx-Engels Gesammtausgabe”). Su sueño era una edición científica en ruso y alemán. En 1925 Riazanov firmó un convenio entre la dirección del SPD y el Institut für…, constituyendo una sociedad editora que publicaría, en forma coordinada con el IME de Moscú, un volumen de estudios marxistas de aparición regular, el Archiv Marx-Engels, equivalente en alemán de su versión en ruso. Durante cuatro o cinco años y por todos los países de Europa, los equipos del IME adquieren numerosas bibliotecas privadas que incluían libros, revistas, diarios y colecciones rarísimas de panfletos, folletos, proclamas y programas, que en algunos casos se remontaban a los orígenes del movimiento obrero moderno y del socialismo y el anarquismo. Pero, en especial, se trató de adquirir todas las primeras ediciones existentes de las obras de Engels y Marx. Así, junto con los archivos heredados del viejo POSDR y los narodniki, se constituyó en el Instituto, único en el mundo en su género, un capital de información cualitativo de información sobre Marx y Engels y su época ideal para iniciar la monumental edición completa diseñada por Riazanov.
La obra estaba planificada en cuarenta y dos volúmenes in-octavo (22,5 cm.), distribuidos en cuatro secciones: I) Obras filosóficas, económicas, históricas y políticas, a excepción de “Das Kapital” (17 volúmenes); II) “Das Kapital”, seguido de un plan completamente nuevo con todos los borradores y manuscritos inéditos (13 volúmenes); III) Toda la correspondencia de Marx y de Engels reproducida in extenso y literalmente (10 volúmenes); IV) Índice general (2 volúmenes).
El albacea que detentaba los derechos testaméntales y de autor sobre la herencia literaria de Engels y Marx (incluida la biblioteca personal de ambos) continuaba siendo, en 1921, el SPD, por lo que fue, naturalmente, el principal proveedor del Instituto. Abrió sus celosos archivos a los equipos de Riazanov, autorizándolos a realizar fotocopias sin ninguna restricción, permitiendo en los hechos una transferencia virtual, hacia Moscú, del conjunto de preciosos manuscritos. Las mismas facilidades le fueron acordadas por otras instituciones, fundaciones, archivos personales y bibliotecas públicas: fotocopiaron en el British Museum, en la New York Library, en la biblioteca del antiguo Estado de Prusia, en los archivos históricos de Colonia, etc. todas las cartas, artículos y manuscritos de y sobre Engels y Marx, junto con documentos sobre la historia del movimiento obrero y popular europeo. Incluso reacios mortales al bolchevismo, como el líder del revisionismo, Eduard Bernstein, en cuyas manos Engels había depositado importantes manuscritos (tenía en su poder, entre otros, los manuscritos de la Deutsche Ideologie de 1845-1846) renunció a un proyecto personal de edición donando el material inédito .
En un “pamphlet” publicado en 1929, el Katalog Izdanij, Riazanov informaba de cómo el viejo proyecto de un “Museo del Marxismo” se había transformado en un verdadero laboratorio para investigadores, académicos, activistas, cuadros y militantes en general. Remarcaba también la decisiva importancia de la institución como amplificadora y divulgadora del pensamiento auténtico de Engels y Marx en Rusia y Alemania. Paralelamente, se inició una política amplia de publicaciones accesorias que acompañaran el proyecto de los MEGA: se planearon dos publicaciones básicas: una anual, el Archiv K. Marksa I F. Engel’sa y la revista semestral Letopisi Marksizma (Anales del Marxismo) aparecieron trece números entre 1926 y 1930. En cuanto a Letopisi Marksizma, muchos de sus artículos se publicaron en la versión alemana de Pod Znamenem Marksizma, Unter dem Banner des Marxismus, que se empezó a editar en alemán en 1925. Aunque ambas se iniciaron en ruso, inmediatamente se intentó traducirlas al alemán, en un enorme esfuerzo político-ideológico como Archiv Marx-Engels. El Archiv tuvo dos ciclos, marcados por la derrota de la revolución alemana y la purga de Riazanov. La primera etapa duró de 1924 hasta 1930, editándose cinco números en ruso, apareciendo como editor D. B. Rjazanov; el segundo ciclo se inició recién en 1933 con el Nº 7, editor: V. Adoratskij; se mantuvo la continuidad de la numeración en los tres primeros números (6, 7 y 8), para finalmente ser renumerados como nueva serie. El último número, Nº 18, se editó en 1982. Mientras Riazanov intentaba mantener un ritmo anual, el stalinismo llegó a demorar diez años entre volumen y volumen. La organización “interna” del Instituto fue proporcionada en un detallado folleto de cuarenta y cuatro páginas, escrito por A. Udalcov, actualmente un incunable, publicado en Moscú en 1926: Bjulletin’ Instituta K. Marksa I F. Engel’sa. Indudablemente la empresa editorial apuntaba políticamente a un combate ideológico contra el revisionismo, la vulgarización y banalización de Marx.
El esfuerzo no concluía aquí: se había diseñado una “Biblioteca del Materialismo”, con ediciones críticas de Holbach, Hobbes, Diderot, La Mettrie, etc.; las obras completas de figuras claves del movimiento socialista mundial, como G. V. Plekhanov (el padre del marxismo ruso y líder del ¡menchevismo!), Karl Kautsky (¡el renegado en 21 volúmenes in-octavo!), Antonio Labriola, Karl Liebknecht, Rosa Luxemburg o Paul Lafargue. Además una “Biblioteca Marxista”, incluyendo ediciones anotadas de los clásicos del marxismo, entre ellas la versión al cuidado de Riazanov del Manifiesto Comunista, una “Biblioteca de Clásicos de la Economía Política” con Adam Smith, Ricardo, Quesnay. Por supuesto, ediciones anotadas de Hegel y Feuerbach. Otra meta de Riazanov era publicar una amplia e insuperable biografía intelectual sobre Marx. Nunca pudo completar este trabajo, como le pasó a Engels. Sus dos mayores trabajos de los años ’20 se aproximan a este deseo: un informe popular sobre la vida y pensamiento de Marx&Engels (1923), basado en lecturas en la Academia Socialista (la versión en español es de la editorial Claridad de Buenos Aires, sin fecha, la cueva del “Grupo Boedo”) y una colección de ensayos, Ocherki po istorii Marksizma (1923), en dos tomos, una re-impresión de sus escritos pre-revolucionarios (en español hay que rastrearlos en su dispersión). Riazanov no era un pensador original, ni un creador vanguardista: en esas obras expone a Marx en sus textos, los documentos hablan por sí solos. Su relación con los Nachlass de Marx y Engels puede ser llamada de “piedad positivista”: el documento es el elemento esencial en la investigación histórica. En 1927 recibe el Premio Lenin. En 1928 es uno de los pocos marxistas miembros de la Academia de la Ciencia. En 1930 Riazanov llega al cenit de su carrera. Es reconocido internacionalmente y su posición en la URSS, ya de Stalin, es aparentemente segura. En diez años ha elevado al instituto en el centro mundial de estudios sobre Marx o de la historia social europea. Es una Mecca para investigadores de todo el mundo: allí llega en 1929 un joven y brillante filósofo yanqui Sydney Hook a trabajar en su biblioteca. Lo visitan personalidades como Kautsky, Clara Zetkin, Bela Kun, Emile Vandervelde, Albert Thomas, Charles Rappoport, Henri Barbusse, Maxim Gorky. Colaboradores internacionales incluyendo a Georg Lúkacs (quién leyó por primera vez los “Manuscritos de 1844″ decisivos para su evolución), Friedrich Pollock (de la “Escuela de Frankfurt”), etc. Riazanov se ha hecho construir una pequeña residencia anexa al palacio, donde maneja el instituto como un Grand Seigneur. Se lo puede ver en el jardín removiendo la nieve, ayudando al personal de limpieza o reforzando su prohibición estricta de fumar.
Victor Serge, el anarco-comunista que vivió en la URSS, nos ha dejado un vívido portarretrato de Riazanov en sus Memoires d’un révolutionnaire: “Riazanov, uno de los fundadores del movimiento obrero ruso (que dirigía el Instituto Marx-Engels) alcanzaba hacia los sesenta años la cúspide de un destino que podría parecer un éxito excepcional en tiempos tan crueles. Había consagrado una gran parte de su vida al estudio más escrupuloso de la biografía y de los textos de Marx; y la revolución lo colmaba; en el partido bolchevique, su independencia de espíritu era respetada. Era el único que había elevado incesantemente su voz contra la pena de muerte, incluso durante el terror, reclamando sin cesar la estricta limitación de los derechos de la CHEKA y luego la GPU. Los heréticos de todas clases, socialistas, mencheviques, u opositores de derecha e izquierda, encontraban paz y trabajo en su instituto, con tal que tuvieran amor al conocimiento. Seguía siendo el hombre que había dicho en plena conferencia: ‘No soy de esos viejos bolcheviques a los que durante veinte años Lenin trató de viejos imbéciles’. Me había encontrado con él varias veces: corpulento, de brazos fuertes, barba y bigote tupidos y blancos, mirada tensa, frente olímpica, temperamento tormentoso, palabra irónica… Naturalmente detenían a menudo a sus colaboradores heréticos y él los defendía con circunspección. Tenía entrada libre en todas partes, los dirigentes temían un poco su hablar franco”. ¿Un poco? Stalin visita el IME en 1927 y al ver los retratos de Marx, Engels y Lenin, pregunta a Riazanov: “¿Dónde está mi retrato?”. Riazanov replica: “Marx y Engels son mis maestros; Lenin fue mi camarada. ¿Pero qué eres tú para mí?”. En 1929, en una conferencia del partido, afirma: “El Politburó ya no necesita ningún marxista”. Se niega a participar en los faustos de obsecuencia y culto a la personalidad en el cincuenta aniversario del secretario general Stalin. Elige sus colaboradores por su capacidad: estando exiliado Trotsky en Alma-Ata lo contacta… ¡para que trabaje en la edición crítica de la obra de Marx Herr Vogt! La prensa soviética festeja, durante el 10 y 11 de marzo de 1930, el cumpleaños sesenta como un evento nacional. Aparece un libro de jubileo titulado “En el Puesto de Combate”, donde escriben en su honor Bukharin, Kalinin, Rykov y otras figuras de la Nomenklatura. En un comunicado oficial del Comité Central del VKP (b), que firma el mismo Stalin, se le anuncia un futuro promisorio de leal servicio al partido y se lo glorifica como “un infatigable luchador por el triunfo de las ideas de los grandes maestros del proletariado internacional: Marx Engels y Lenin”. Como decía Bardamu-Céline: “Cuando los grandes de este mundo empiezan a amaros es porque van a convertirnos en carne de cañón… Es el signo. Es infalible”.
En menos de un año Riazanov es arrestado, puesto en prisión, exiliado y expulsado no sólo del instituto sino del partido comunista. El 15 de febrero de 1931 la GPU lo detiene bajo el inventado motivo de recibir paquetes del extranjero, de un supuesto “Centro Internacional Menchevique”. Se le obliga al exilio en aldeas cerca de Saratov, en el Volga. Solamente once volúmenes (de un proyecto de cuarenta y dos) han aparecido y siete están in progress (entre ellos los famosos y desconocidos “Grundrisse…”). Algunos los continuará su sucesor, el apparatchiki Victor Adoratskii (quién luego sería “objeto de represión” en 1940). Bajo su férula fueron publicados entre 1931 y 1935 otros seis volúmenes de la MEGA preparados por el equipo de Riazanov. En 1936 se detiene toda actividad editorial. El último estertor fue la publicación separada (exclusivamente en ruso) en dos volúmenes, en 1940 de los manuscritos de Marx de 1857-58, los “Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie”. El método stalinista fue completo: expulsión, prisión y muerte de sus colaboradores, suspensión total del plan editorial, colocar bajo el martillo-pistón a las pruebas impresas; desaparición de todas las bibliotecas públicas rusas y extranjeras; épuration de las obras de Marx y Engels en ediciones “populares”, aligeradas de toda erudición. Poco a poco Stalin fue sustituyendo a la empresa editorial de la MEGA por una serie de publicaciones aisladas, diseminadas, sin ningún plan conjunto, ni criterio filológico y doxográfico.
Un final ignominioso:
Riazanov vive a orillas del Volga. Condenado a la miseria y al hambre, a la decadencia psíquica y física. Las bibliotecas y las publicaciones reciben la orden de expurgar sus obras y sus ediciones de Marx. No existe más, simplemente. Vive apenas de traducir pequeños textos para la universidad local. Comparte su pobres raciones con decenas de famélicos durante la hambruna de 1932-1933 (cuatro años más tarde esta “militancia” será considerada una pérfida maniobra antisoviética). El 11 de junio de 1937 el mundo se sobresaltó ante la noticia de la decapitación de toda la cúpula del Ejército Soviético. La caída de los generales rojos desató una explosión de terror a escala nacional, dirigida contra los mandos dirigentes de todos los niveles y en todas las esferas. Por primera vez Stalin reprime a grandes cantidades de personas que nunca habían sido opositores abiertos y que siempre se habían alineado junto a él en las disputas internas del partido. La nueva política era destruir a todos los sospechosos de deslealtades pasadas, presentes o imaginarias con respecto al grupo dirigente de Stalin. Terror ciego y de masas. Durante ese año las “troikas” (tribunales ad hoc de tres personas) dictarían 688.000 sentencias, la mayoría condenas a fusilamiento. Stalin liquida a toda la cúpula del partido en Saratov. Riazanov esperaba su detención que se produjo en la noche del 22 de julio de 1937. Tenemos la reconstrucción de su duro interrogatorio por parte de la ahora NKVD de Yezhov: Riazanov se niega a representar el papel de arrepentido, no entra en el juego de la delación. Niega una y otra vez las delirantes acusaciones. A la Nomenklatura no le sirve para el ritual público. El 19 de enero el Procurador general de Saratov le dirige una larga acusación de seis páginas, donde entre otras denuncias señala “la extrema hostilidad personal de Riazanov con respecto al camarada Stalin”. El 21 de enero de 1938 es juzgado a puerta cerrada. La sesión se abre a las 19:45 horas y se cierra a las 20:00 horas. El Colegio Militar de la Corte Suprema de la URSS, regional Saratov, lo condena a muerte por pertenecer a una “organización terrorista trotskista” y “la difusión de invenciones calumniosas sobre el partido y el poder soviético”. Es ejecutado. La tragedia humana del terror stalinista se extendía a familiares y amigos. Sabemos que Stalin, Molotov y otros miembros del Politburó aprobaban rutinariamente las listas de mujeres (madres, esposas) e hijos de los Ennemis deu Peuple que debían ser reprimidos.
Al día siguiente son arrestados sus familiares directos.
Al día siguiente, agentes de la NKVD arribaron a su humilde dacha para cumplir la última parte de la sentencia: confiscación de sus bienes personales y destrucción de lo inútil. Cargaron todos sus libros en la parte trasera de un camión. Los papeles y notas restantes de Riazanov fueron desparramados en el suelo para alimentar el fuego, incluido todo lo que se encontraba sobre su escritorio de estudio. Entre ellos un retrato del joven Engels con una inscripción dedicada de puño y letra por la hija de Marx, Laura. “¿Quién es éste?”, preguntó uno de los milicianos con su gorra azul-roja a su nieta. “Es Engels”, respondió. “¿Y quién es Engels?”, respondió el agente mientras arrojaba el daguerrotipo a las llamas.